OPINIÓN

En Hungría tenían su propio Bud Spencer

En Hungría tenían su propio Bud Spencer
En Hungría tenían su propio Bud Spencer
En Hungría tenían su propio Bud Spencer

La Hungría de principios-finales de los 70/principios de los 80 fue un país satélite de la URSS. Pero no dejaba de ser parte de Europa. Y si algo unió todo el continente durante los años de la guerra fría, eso fueron las películas de Bud Spencer, que triunfaban desde Moscú a Gibraltar, a base de trompazos y humor blanco.

Pero claro, el colorido y los pintorescos paisajes mediterráneos o tropicales donde sucedían sus aventuras quedaban muy lejos de la realidad húngara. El público, siempre soberano, pedía algo más propio. El público, que siempre lleva razón, quería un Spencer propio. Hubo manifestaciones y revueltas estudiantiles para pedir al gobierno que tomara cartas en el asunto, que fueron silenciadas por la férrea mano soviética. Para calmar los ánimos, llegó un héroe, grande con barba. Bujtor István iba a ser el indicado.

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Porque no sólo era un tío grande y con barba, no... además era EL ACTOR DE DOBLAJE DE BUD SPENCER EN HUNGRÍA.

El señor István, actor ya de cierta carrera, alcanzó unos niveles de flipamiento considerables con el actor italiano. Hasta el punto de imitar su look y, con el tiempo, querer hacer sus propias películas imitando las de su ídolo.

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Es como si Ramón Langa rodara una copia de Jungla de cristal, o como si Constantino Romero hiciera de Darth Vader con bigote. Es un concepto que, simplemente, ME VUELA LA CABEZA.

István detectó que este tipo de películas podían hacerse de manera fácil y sencilla. Y si bien los primeros éxitos del actor italiano estaban ambientados en el Oeste, pronto vinieron triunfos ambientados en la época contemporánea. Todavía más fácil de rodar, si cabe. "Occidente va provocando", que diría algún lector indignado de semanarios satíricos franceses.

Fueron las películas de "Zapatones" las que dieron a Butjor la clave del éxito, con una trama más detectivescas y compañeros infantiles. En 1980 llegó el debut del concepto con A pogány Maddona, que fue un éxito en Hungría y países vecinos. Su personaje, Csöpi Ötvös, era el típico policía rebelde, que se lleva mal con el comisario, y que se mete en líos, normalmente con delincuentes extranjeros que tratan de minar la paz del idílico país centroeuropeo. El éxito de esta primera película llevó a Butjor a retomar al personaje del inspector Ötvos hasta en tres ocasiones más, todas siguiendo parámetros similares.

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Pero hay que decir que sus films tenían personalidad propia. Principalmente porque eran un auténtico coñazo. Para ello nos vale de muestra el segundo, que vendría a llamar Csak semmi pánik..., una cosa que según sus fans es "una divertida comedia con peleas y persecueciones" y que viene a ser como si Tarkovsky hubiera dirigido El sheriff y el pequeño extraterrestre.

El film cuenta como unos criminales franceses y alemanes buscan apoderarse de un tesoro que transportaba un avión nazi, derribado en los días de la 2ª Guerra Mundial. Y allí que se plantan en Hungría, a dar el coñazo y perseguir a una niñita que se ha enterado de rebote de la localización del dichoso tesoro.

Nuestro policía se entera del percal y se dedica a protegerla mientras busca atrapar a los culpables del follón. Por el camino, pues peleas variadas a hostia limpia, persecuciones en coches feos de los de detrás del telón y visitas a cabarets a ver jamonas moviendo el culete. Muy bien todo.

Si no cuento esto con demasiado entusiasmo es porque, básicamente, no es ya que la película sea aburrida, no. Es que en muchas ocasiones da hasta mal rollo. Las peleas, las dichosas peleas, el elemento más memorables del patrón original, son aquí un asunto muy serio. Hasta sórdido, diría. Lejos del slapstick habitual del bueno de Spencer, repletas de chistes y violencia de dibujos animados, las de nuestro amigo búlgaro parecen una reyerta entre Ultrasur y Frente Atlético, con navajas, huesos rotos, música chunga y una sensación de peligro más propia de una película de Charles Bronson.

El resto de elementos sigue un patrón similar: persecuciones largas, confusas y poco emocionantes, una niña que no hace gracia ninguna, ausencia de personajes que hagan de alivio cómico... Como ven, ni Miller ni Nolan inventaron lo del giro realista y oscuro. El pobre Butjor prefirió competir en sus propios términos malrrolleros. Y dado que el tipo llegó a hacer cuatro películas, diría que lo hizo con éxito, siguiendo siempre la misma fórmula. Tanto es así que incluso siempre rodaba en las mismas localizaciones, cerca del lago Balaton y sus inmediaciones. Como ven, hay más Budapest que el que nos enseña Rocco Siffredi.

Yo no sé qué niño puede crecer recordando con cariño esto, pero como el mitoplastismo es hoy por hoy algo universal ya se oyen voces por ahí que comentan lo mucho que molaban estas películas. En fin, son culturas distintas y hay que respetarlas, por lo menos, hasta que acepten que lo que mola es lo nuestro y ya está. Que nos os enteráis, húngaros.

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