OPINIÓN

Encantado de desconocerte, David Simon

Encantado de desconocerte, David Simon
Encantado de desconocerte, David Simon
Encantado de desconocerte, David Simon

¿Qué diablos pinta David Simon en un festival de literatura de fantasía y ciencia ficción de Avilés? Esa fue la pregunta que se plantearon muchos cuando anunciaron su nombre como uno de los invitados especiales de esta segunda edición del Celsius 232, ese encuentro que todos conocimos el año pasado por ser ese en donde George R.R. Martin se entregó a los fans y a la carne al espetón. ¿Qué hace el creador de The Wire, un guionista de realismo televisivo, aquí, tan fuera de su sitio si ni siquiera se plantea tocar los géneros que abandera este festival? Podemos dar dos tipos de respuesta. Una, cinematográfica, porque a David Simon le sobran cojones para hacer surf en esta playa. Y dos, la real, porque es uno de los mejores narradores contemporáneos. Y la escritura, la literatura, va de eso.

No tuvimos apenas tiempo para charlar con él en privado: el jet-lag pasa factura, pero sabíamos muy bien qué queríamos hablar con él, y entre charlas y entrevista nos dio la respuesta. David Simon es, especialmente en España, “el tipo de The Wire”, “el creador de The Wire”, pero nosotros sabemos que ha hecho otras muchas cosas con igual o mayor maestría. Cualquier que se adentre en el mundo de las series encontrará al poco alguien que le diga eso de “sí, tío, pero tienes que ver The Wire”, “The Wire es la mejor serie de televisión” y cosas similares. Por eso quisimos preguntarle qué tal le sentaba este sambenito. ¿La sombra de The Wire es alargada? Lo es.

Encantado de desconocerte, David Simon

Había algo de cansancio en la mirada de David Simon. Seguro que buena parte era culpa de cruzar el charco, pero hay algo de amargo en su personalidad; lo propio, suponemos, en alguien que ha visto cosas demasiado de cerca y, sobretodo, al ser humano en todo su esplendor. Ya sabéis, Baltimore, homicidios, drogas, estas cosas... Esta expresión se acentúa cuando le preguntamos sobre su sambenito. No es que entristeciera, ni mucho menos, pero pronto él lo definió muy bien: era la mirada de un padre que ve que uno de sus hijos tiene por fin el éxito que se merece, éxito que empalidece el éxito de sus otros hijos. No lo puede culpar. Se trata de una mezcla de felicidad y pena. Y es que David Simon tiene muchos otros hijos y nosotros, obsesionados con The Wire, parecemos olvidarlos.

Para empezar, hablemos sus dos libros -porque, sí, David Simon, antes que hacer guiones para televisión, hizo libros- “Homicidio: un año en las calles de la muerte” y “La Esquina” (Ed. Principal de los libros), hecho a dos manos con el también asociado a The Wire Ed Burns y libro que también cuenta con presencia televisiva con la miniserie The Corner. No es secreto que David Simon es un periodista. De hecho, tal y como nos confesó en el Festival Celsius 232, vive permanentemente con la maleta hecha para el día en que el mundo televisivo le de la patada. De hecho, su paso por la televisión lo considera un paréntesis que se está alargando bastante en su esperanza de encontrar un periódico que le parezca lo suficientemente decente y profesional que lo quiera para retornar al mundo al que se siente que pertenece (nosotros rezamos por que no encuentre nunca un periódico así para que siga haciendo estas maravillas, ¿verdad? Ah... Bendita degeneración periodística). Ambos libros son muestra de su paso por el mundo del periodismo: a partir de las notas que tomó en su trabajo como reportero junto al departamento de policía de Baltimore y en su constante pateamiento de esas maltratadas calles, construye el retrato que se merece, aséptico, sin bandos, sin colores. Se tratan en conjunto de más de 2.000 páginas sobre el trabajo de esos policías y de los vendedores de droga, cada uno con sus razones y objetivos; una lectura indispensable para quien disfrute con el género policíaco o quiera desengañarse del mismo: en ellos encontrará la realidad, nada de artificios ni historias imposibles. David Simon retrata con precisión cartográfica el día a día de esas dos fuerzas enfrentadas en su ciudad. Y en ellos, claro que sí, el lector encontrará la primera capa de bizcocho de este sucio pastel llamado The Wire; será capaz de encontrar la estructura de personalidad de muchos de los personajes que inventó para la serie. Esto es un aviso para los que quieren explorar hasta el agotamiento el universo de esa obra de la HBO. Lecturas obligatorias.

Pero a pesar de su paso por la literatura, y aunque en ellos encontramos, cómo no, la carne del mismo estupendo narrador, pecaríamos de outsiders si no aceptamos que David Simon es quien es por culpa de la pequeña pantalla. The Wire es pequeña pantalla, ahora bien, el David Simon que podemos disfrutar en la pequeña pantalla no es sólo The Wire. Al preguntarle sobre su sambenito, en su discurso pronto aparecen Generation Kill y Tremé, sus obras más maduras. No lo decimos nosotros, nos lo dijo él. De hecho, Generation Kill es para él su hijo más brillante pero el más incomprendido. “Es mi trabajo mejor ejecutado”, confiesa, “Fuimos muy fieles al libro” -Generation Kill está basada en el libro de mismo nombre del periodista Evan Wright- “y el libro es muy fiel y honesto con la realidad. No hay nada de ficción: los nombres de los marines son verdaderos, los hechos son los que de verdad ocurrieron... Estoy muy orgulloso de ella y de haber formado parte del proyecto”.

Cuando habla de ello, quien ha disfrutado de Generation Kill no puede no decir “cuánta razón”. Aunque al tratarse de una miniserie -siete episodios de una hora aproximadamente- parece que el modo de juego está en fácil, Generation Kill es una auténtica muestra de narración y buen gusto. Este trabajo, para HBO también, nos adentra en la incursión en Irak por parte del primer cuerpo de reconocimiento de los Marines estadounidenses y nos muestra una guerra muy diferente a la que nos tienen acostumbrados las películas de acción, los videojuegos y otras series del género bélico. La guerra real no es algo atractivo ni un terreno de héroes y villanos, es espacio de obreros de la construcción que en vez de palas y hormigoneras llevan metralletas y jeeps. “Fue lanzada en un tiempo en el que al menos los americanos estaban muy muy cansados de las noticias de Irak” nos dice David Simon. “Estaban tocados emocionalmente, y esto ocurre por el hecho de que acudió principalmente el cuerpo de voluntarios: involucraba a los hijos de muchos y muchos de ellos no conocían a nadie del ejército. Fue una guerra ciertamente esquizofrénica”. Una obra maestra de la narrativa que sufre el efecto del momento en que fue lanzada y la naturaleza de los hechos que narra. Es una guerra contemporánea que todavía a muchos toca de cerca. ¿Crecerá el éxito de Generation Kill según nos vayamos alejando del escenario y del tiempo de la Guerra de Irak? Probablemente. Desde luego, aprovechando que aquí en España estamos fuera de ese efecto psicológico (aunque también sufrimos los sabidos efectos colaterales), debemos hacer un esfuerzo por darle el trato que se merece. No debe ignorarla nadie que apreciara The Wire por sus formas. La disfrutará y seguramente llegue a respetarla más que a su hermana famosa.

La otra de las hijas feas de David Simon, como decíamos, es Tremé. Otra serie con sus tantas temporadas y sus taitantos capítulos por cada una. Si dijimos que Generation Kill podía parecer estar jugando en modo fácil por ser mini y belicosera, esta serie nos quita cualquier sospecha sobre la validez de David Simon como narrador porque esto es jugar en modo hardcore, más aún que con The Wire. ¿Por qué? El mismo David Simon le dio respuesta: en The Wire al menos tienes la historia de la droga, los asesinatos, y se quiera o no no eso atrae a ciertos espectadores aunque sólo sea por el morbo; pero Tremé es una historia de músicos y cocineros en Nueva Orleans. Ni siquiera hay espacio para el morbo ni para los pocos cliffhangers que se permitía la trama de The Wire. El que ve Tremé la ve porque disfruta escuhando una historia bien contada, porque disfruta con la voz del narrador y con las moralejas que van apareciendo. Es una de sus obras más maduras, reconoce el propio Simon, pero desde aquí tenemos la osadía de afirmar que, sin duda, es la obra suya que más madurez reclama en su público. Nos cuenta la historia de una serie de personajes que tratan de rehacer sus vidas en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, personajes que sólo quieren estar como estaban y otros que quieren, aprovechando que la ocasión la pintan calva, mejorar su modus vivendi tras la desgracia con triquiñuelas a mayor o menor nivel de efectos, ya sea como reparadores de tejados que desaparecen con el dinero, músicos que quieren vender sus canciones como la auténtica voz del pueblo o constructores que hacen trucos de magia con el dinero público destinado a coser la sanguinolenta herida. Se trata de un relato que enfrenta el individualismo con el colectivismo, los intereses privados con los públicos, las ambiciones de unos con el pan y las lentejas de otros. Eso sí, todo en mitad de un torrente de música negra que haría levantar a los muertos si escucharan.

“Es divertido pero, ya sabes...”, nos dice David Simon, “no estoy avergonzado en absoluto de ser tan asociado con The Wire. Gracias a ella fui capaz de hacer Generation Kill y Tremé. The Wire tuvo una cola lo suficientemente larga como para que HBO dijera “dame más dinero” y dejarme hacer más cosas”. Así pues, lo que más conocemos de David Simon es el ticket dorado que le abrió las puertas del Olimpo televisivo, ya lo sabemos. Una vez allí instalado en las nubes y en palmitas por los ejecutivos de HBO, ha hecho dos de sus obras mejor consideradas por él mismo y por aquellos que las han visto. Así que quizás sea hora de ir cambiando esa coletilla. The Wire ya vuela sola. Quizás sea momento de que los seriéfilos dejemos de llenarnos la boca con “pues The Wire esto...” o “pues The Wire aquello...”. ¡Le vamos a gastar el nombre! ¿Qué tal empezar a recomendar Generation Kill y Tremé con la misma vehemencia? Es un deber.

Entrevista de Patricia Tezanos (@PatriTezanos) durante el Celsius 232, en Agosto de 2014 en Avilés.

Gracias a Diego García Cruz y a la organización del festival por su ayuda.

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