OPINIÓN

La versión filipina de He-Man y los Masters del Universo

La versión filipina de He-Man y los Masters del Universo
La versión filipina de He-Man y los Masters del Universo
La versión filipina de He-Man y los Masters del Universo

Si estáis familiarizados con la historia de la Cannon Films, crecisteis en los 80, o simplemente os gustan las películas de fantasía, seguramente estéis al corriente de la debacle que supuso Masters del universo para su productora. Como siempre, a toro pasado parece fácil apuntar los factores que generaron dicho fracaso. Muchos apuntan a que, en 1987, los muñecos ya tenían 5 años de existencia, y ya estaban un poco pasados de moda. Así de duro es el mundo juguetero. En 1982 eran los muñecos más vendidos de los EE UU, pero en 1987 la línea ya estaba más sobada que Olvido Hormigos. ¿Tardaron demasiado en hacer esta película? ¿Hubiera funcionado mejor de haber sido lanzada unos años antes?

Desde las Filipinas nos llega la respuesta. Y es afirmativa.

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En 1985 las salas de éste país estaban a reventar para ver Hee-Man, Master of None. No sólo era el héroe favorito de los críos, sino que el film estaba protagonizado por el cómico más popular del momento: el inefable Redford White. Este tipejo, de turbadora rostro, encadenó éxito tras éxito a base de llenar sus films con el humor más gilipollesco que os podáis echar a la cara. No nos extraña, por tanto, que incluso aquí gozara de cierta popularidad: Johnny Tango Rambo se convirtió en uno de los clásicos del videoclub, a pesar de que incluso de chaval sentías  vergüenza ajena ante el desfile de chorradas propia y chistes malísimos.

Está claro que White andaba a la que saltaba a la hora de hacer sus parodias. Ni siquiera hizo falta que llegara film alguno: tras comprobar que las serie y los muñecajos hacían furor entre su hijo y sus amigos, se puso manos a la obra a construir esta obra. En apenas unos meses ya estaba rodada, montada y estrenada. En realidad dudamos que todo el proceso durara más de una semana, viendo los paupérrimos resultados. Pero da igual, porque se convirtió en el film más taquillero en el país en ese ya lejano 1985.  TE CAGAS.

Como este Hee-Man jamás salió del país me la he tenido que tragar en filipino a pelo. Nada nuevo: son ya años viendo films de los que no consigo entender ni una palabra, pero es o eso o no verlos. Y eso no puede ser: ¿cómo puedo vivir sin haber visto una película filipina sobre Masters del universo?

Nos encontramos en la legendaria tierra de… un bosquecillo cerca de Manila, imagino. Un malvado con careta blanca, una suerte de Skeletor semidesnatado que vive en una cueva, se ha hecho con el control de reino. Sólo queda un detalle, acabar con la princesa buena y su ayudante, un homosexual con más pluma que un almacén de edredones nórdicos. Los dos van dando tumbos por un bosque hasta que se encuentran a…. Redford White, un huérfano albino que ha sido educado por un sordomudo adicto a la cocaína.

No, no me lo invento.

Como imagináis, Redford resulta ser un príncipe olvidado, con la capacidad de transformarse en en un Jiman esquelético y con pinta de efebo. El resto de la película, pues gracietas a troche y moche y peleas que hacen buenas las que había en Supersonic Man. A destacar la estratgia de uno de los protagonistas soplar coca en la cara de los villanos: dejaos de sprays antivioladores y dedicaos a llevar coca en el bolso, que ya veis que sirve para todo.

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Entre tanto humor tercemundista a lo Chavo del Ocho, y una trasformación tras otra, destaca el momento en el que Skeletor decide invocar a otros Masters achorizaos. Claro que como Redford White no tenía ni puñetera idea sobre el asunto, pues se dedica a meter a los primeros que pilló en el cesto de los juguetes de su crío. Así, Ram-Man y Zodak, que en principio eran heroicos, comparten maldades con un Tri-klops sin sus tres ojos y un tipejo en cota de mallas que ni sé quién es. Si es un Fisto sin puño ni barba es lo más absurdo que he visto en mi vida. Todos unidos por su aspecto paupérrimo, digno del disfraz de Halloween que se hizo tu cuñao para enseñar lo que ha conseguido en esos 3 meses de gimnasio.

Siendo honestos, como siempre lo soy en esta columna, ni vosotros ni yo estamos capacitados al 100% para juzgar esta película. No: no me refiero a que no parezca hecha por adultos, sino a que no entendemos lo que están diciendo sus protagonistas. Quizá Hee-Man tenga unos diálogos chispeantes y llenos de dobles sentidos repletos de juegos de palabras y absurdos. aún sin saberlo, y habiendo visto varios de los films de White en español, me arriesgaré a decir que están más cerca de las patéticas bromas de Carlos Latre, Fuentes o cualquiera de estos caricatos que al ingenio de un Groucho Marx.

Si habéis visto cualquiera de los films de White, o cosas como El Equipo Aagghh, os podéis hacer una idea de cómo va el tema. No es que haya pobreza de medios: es que ni se contempla cualquier otra cosa que nos sea estar en un claro del bosque diciendo gilipolleces. Y así hora y media: aún así, o quizá por ello, el film consiguió coronar la taquilla y llenar los bolsillos de todos sus responsables; a mi me ha servido para perder hora y media de mi vida. En mi lecho de muerte me arrepentiré de haber perdido estos 90 minutos que bien podría haber aprovechado para acosar a alguien por Twitter, consumir metanfetamina u otras actividades igualmente estimulantes.

Si ver a gente en un bosque y en una cueva haciendo el subnormal es vuestra idea de un buen rato, no lo dudéis: ésta es vuestra película. Y ojo, que los fans de Dolph Lundgren y su gente no pueden mirar por encima del hombro. Funcionó mejor que la suya y no se puede decir que sea menos fiel al material original que la propuesta de la Cannon. A día de hoy, la prefiero por un sólo motivo: hay una gloriosa escena donde He-Man canta Tarzan Boy, el mítico himno de Baltimora. Y contra esas cosas uno no puede luchar: Hee-Man también ha derrotado a este Crítico de Mierda.

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