CINEMANÍA nº 237

'Jurassic World'
CINEMANÍA nº 237
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DIRECTOR´S CUT: Orgullo blockbuster

1. EL TIEMPO EN SUS MANOS. Sentirse unos días Robert Mitchum de gasolinero y otros, Marty McFly. Y así, ir tirando. La vida es eso que ocurre entre el Retorno al pasado de Tourneur y el Regreso al futuro de Zemeckis. Ser consciente de ello no te libra de estar jodido (pero contento). Y no tener ni repajolera idea de quiénes son estos dos personajes, tampoco. Podemos cambiarte de películas si quieres (píllate El ladrón de Bagdad y Alphaville, si prefieres), pero el viaje entre lo vivido y lo soñado es más o menos parecido. El único que se libra del encasillamiento es Steven Spielberg, y eso es porque es el monarca de las colinas de Hollywood, sin corona ni sangre azul, pero con el talento y la pasta. Aparte de dejarnos un buen puñado de iconos y de establecer (a veces para bien, a veces para mal) un patrón sentimental para todos los públicos que ha ido calando casi sin que nos demos cuenta (así son las peores/mejores drogas), este tipo viaja por el tiempo a su antojo, entre extraterrestres e Indianas, de Parque Jurásico a Jurassic World, a lomos de sus películas, que son fenómenos. Blockbusters las llaman. 

En el universo cinéfilo de hoy, reconocer que te flipan los blockbusters es como atreverse a decir que eras abstemio en la atiborrada casa de Gertrud Stein en el París de los 20; como confesar que te gustaba el balompié en una reunión literaria del Café Gijón en tiempos de las zamoranas. La eterna querella entre la cultura de masas y la dictadura de las élites, que parecía superada desde los tiempos de Maricastaña y la minifalda de Mary Quant, suele volver de vez en cuando. La denuncia de la policía cultural está clara: tienes un problema si te gusta lo que le gusta a todo el mundo, amigo. Pues “Nein, nein, nein”, que diría Hans Landa en Malditos bastardos. Porque en un mundo moderno en que lo freak se tornó mainstream, ya surgen tesis doctorales sobre el dulce encanto de lo popular volviéndose exclusivo. Lo mejor de todo esto, además, es un detalle: que te gusten los blockbuster no es privativo ni incondicional. Hay blockbusters buenos y malos, claro, y además, ¡Oh, sorpresa!, te pueden gustar también otras cosas. Vaya chollo. ¿Dónde hay que firmar? Al pie de esta revista, sin ir más lejos.

2. LLAMADME STEVEN. Con esa cara que imagináis, Lee Marvin le dijo que no a Spielberg, que le había ofrecido el papel de Quint (Robert Shaw) en Tiburón. “Prefiero irme a pescar”, le dijo, más con la mala leche de A quemarropa que con la ternura canturreada de su Estrella errante en La leyenda de la ciudad sin nombre. A pescar de verdad, quería decir el malote de Marvin, y no a juguetear con arpones de chiste contra muñecos mecánicos con los dientes pintados en lo que se prometía como un fiasco mayúsculo de la historia del cine más tonto. Pero algo gordo ocurrió que cambió nuestra forma de entender y consumir las películas. Y no hablamos de márketing, que también (estreno estival y masivo, generación estratégica de interés), sino de argumentos cinematográficos. Más allá de si ocultar a la bestia fue un recurso forzado o una idea genial, una pista metafórica de lo grande que podía llegar a ser Tiburón, incluso cuando parecía que aquel bicho no se podía comer ni el bikini de una esquiadora acuática, es la anchísima sombra del Moby Dick de Herman Melville en esa obsesión legendaria de los personajes de Shaw, Scheider y Dreyfuss que concibió Spielberg al socaire del mito del capitán Ahab. Aquel fue el blockbuster original que marcó su carrera y el cine futuro para siempre. Spielberg la lió, y ahora la ballena blanca imposible de cazar es él.

3. FIERAS. Taquillazos los hubo siempre, pero Tiburón inauguró la categoría de los fenómenos veraniegos y universales. Los dinosaurios jurásicos lo sublimaron en los noventa, y ahora vuelven. Al caloret del verano, junto a la disneyana apuesta de Tomorrowland y el resto de grandes estrenos de la temporada. Y por ahí pulula el lado oscuro de La Fuerza que llegará a finales de año. Spielberg es la línea que une pasado y futuro de la cultura de ir al cine, que en 2015 sólo se parece a 1975 en el modo en que algunas películas despiertan expectación masiva. Así nos ha salido esta revista, llena de fauces, animales cinematográficos y superproducciones de todo pelaje. Un número bestial y reivindicativo: queda declarado el mes del Orgullo Blockbuster.

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