10 cosas que el cine no podrá hacer sin cabinas telefónicas

Nos despedimos de los teléfonos públicos con una lista de escenas (y de películas) que no devuelven cambio.
10 cosas que el cine no podrá hacer sin cabinas telefónicas
10 cosas que el cine no podrá hacer sin cabinas telefónicas
10 cosas que el cine no podrá hacer sin cabinas telefónicas

La verdad es que se veía venir: el auge de los teléfonos móviles ha circunscrito su uso a aquellos que no tienen más remedio, y los tiempos que corren no son precisamente generosos con el mobiliario urbano. Pero no por eso nos da menos impresión saber que las cabinas de teléfonos van a desaparecer en EspañaCuando llegue diciembre de 2016, se extinguirá el plazo que obliga a mantener en activo los últimos 26.000 teléfonos públicos que quedan en el país. Algo que puede entristecernos a quienes ya tenemos cierta edad: estos artilugios nos hayan hecho grandes favores (cuando no se tragaban las monedas) en los tiempos en los que, para hacer una llamada, no bastaba con llevarse la mano al bolsillo... y también han sido protagonistas de grandes momentos del cine, cuando no de películas completas. Si quieres comprobarlo, echa un vistazo a los ejemplos que te proponemos abajo, pero recuerda que no devuelven cambio.

Ponernos el supertraje

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Durante sus mejores aventuras, el Superman de Christopher Reeve no se prodigó mucho en los teléfonos públicos. De hecho, su primera película (la de Richard Donner, en 1978) nos mostraba al pobre Clark Kent pasmado ante una cabina sin puertas: como el tiempo apremiaba y Lois Lane estaba en peligro, 'Supes' empleó entonces una puerta giratoria como vestuario de emergencia. Tuvimos que esperar a la más bien cutre Superman IV: En busca de la paz (1987) para ver al último kryptoniano haciendo honor a una de las tradiciones más antiguas del personaje... que no se inició en los cómics, sino en un serial de animación estrenado en 1941. Ahora bien: no le arrendamos la ganancia a un Henry Cavill que, privado desde ahora de esta solución de emergencia, tendrá que buscarse las castañas como sea. ¿Acabará usando los aseos de los bares, cual un Superlópez cualquiera?

Salir de Matrix

Si hubieran rodado el primer filme su trilogía en la actualidad, los hermanos Wachowski lo hubieran tenido mucho más crudo para rematar esa persecución inicial que tan flipados nos dejó allá por 1999. Por mucha ciencia-ficción, muchas gafas de sol, mucha realidad virtual y mucho Keanu Reeves de los que hiciese gala la película, cuando Trinity (Carrie-Ann Moss) quería zafarse de aquel Hugo Weaving implacable y camionero, no tenía más remedio que recurrir a lo analógico.  Quién nos lo iba a decir: aquella cabina y aquellos móviles de última generación manejados por Neo y compañía están ahora igual de obsoletos...

Tener un ataque de nervios

¿Es la escena más brillante de El reportero: La leyenda de Ron Burgundy? Resulta difícil decirlo, porque de esas hay muchísimas. Sólo podemos afirmar que el cataclismo emocional sufrido por Will Ferrell cuando un motero (Jack Black) arroja a su perrito Baxter desde lo alto de un puente nunca hubiera sido lo mismo sin los teléfonos públicos: aunque durante la película nos hayamos acostumbrado a ver a Ron Burgundy como un grandísimo gañán machista e insensible, oír sus lamentos desde el interior de esa cabina transmutada en "¡una caja de cristal llena de emociones!" nos conmueve inmensamente.

Entrar al Ministerio de Magia

Ahora que un Harry Potter madurito y con hijos se ha sacado su plaza como funcionario, suponemos que entrará al Ministerio por el conducto habitual: vía chimenea. Pero, como muggles que somos (o eso creemos, porque la carta de Hogwarts no nos ha llegado aún) no podemos olvidar que la entrada para visitantes de dicha institución se halla en una cabina telefónica inglesa de las de toda la vida. Estas instituciones del mobiliario urbano (que llegaron a las calles del Reino Unido en 1924) no han desaparecido aún del todo, cosa de la que nos alegramos mucho: el día en el que el progreso acabe con ellas, sentiremos muchas ganas de pronunciar un Avada Kedabra.

Refugiarnos de Los pájaros

Este Hitchcock sí que sabía: cuando quiso mostrarnos la set piece más espectacular y destructiva de su carrera desde un punto de vista privilegiado (y muy acongojante), el director tuvo la genial idea de encerrar a su amada-odiada Tippi Hedren en una cabina telefónica, y dejar que sus planos subjetivos, las gaviotas asesinas y las explosiones hicieran el resto. Si ahora alguien se atreviese a rodar un remake de Los pájaros, y tratara de colarnos un equivalente a esta escena, ¿qué haría la protagonista? ¿Espantar a las aves a golpe de smartphone?

¡Aplastar a nuestros enemigos!

Terminator Conan ya habían pasado, y aún faltaba mucho tiempo para Poli de guardería. Sin embargo, muchos sabíamos ya que dentro de Arnold Schwarzenegger había un comediante pugnando por salir. ¿Cómo? Pues gracias a Commando, una película en la que el cachas austríaco se autoparodiaba sin arrugarse los bíceps, y que debía uno de sus momentos más desquiciados a una cabina telefónica de diseño tan cilíndrico como ochentero. Cualquier otro héroe de acción hubiera sacado a su enemigo del receptáculo para después hincharlo a galletas, pero el coronel John Matrix prefería sacar al receptáculo de su sitio y después hacerlo polvo a patadas, con el enemigo dentro.

Viajar en el tiempo

No sin cierta razón, los fans del Doctor Who suelen mosquearse si alguien afirma que el vehículo de su héroe tiene pinta de teléfono público: en realidad, la TARDIS tiene el aspecto de una police box, estructura antes común en las calles británicas pero ahora desaparecida. Los que sí usaron una cabina para sus desplazamientos fueron Keanu Reeves (él de nuevo... ¡y esta vez con gracia!) y su colega Alex Winter en Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, aquella película que proponía los viajes transtemporales como la mejor forma de sacar un sobre en Historia sin estudiar. La secuela El viaje alucinante de Bill y Ted persistió en este guiño... Y nosotros todavía estamos esperando esa conclusión de la trilogía que Reeves y Winter llevan años empeñados en llevar a cabo.

Obedecer a Simon

"Simon dice: eso de quitar los teléfonos públicos no es jugar limpio, señores. Vale que en 1995, cuando rodamos Jungla de cristal: La venganza, la gente todavía llamaba 'motorola' al teléfono móvil y lo de las pantallas táctiles era cosa de ciencia-ficción, pero ¿a que os hubiéseis aburrido mucho más si Bruce Willis Samuel L. Jackson hubieran podido atender mis llamadas en cualquier parte, en lugar de ir corriendo de cabina en cabina? Arregladlo como podáis o empezarán a explotar cosas, que así no hay quien atraque la Reserva Federal en condiciones". [Transcripción de una llamada recibida esta mañana en CINEMANÍA. La voz del responsable sonaba igualita a la de Jeremy Irons]

Charlar con un psicópata

Pese a lo reivindicables que resultan muchos de sus trabajos (Jóvenes ocultos, Un día de furia, El cliente), podemos decir que Joel Schumacher no es el director con mejor reputación de Hollywood. Algo que da mucha pena, y que volvió más imprevisto aún el estreno de Última llamada en 2002: cuando todo el mundo le daba por acabado después de Batman y Robin, Schumacher se sacó de la manga uno de los mejores thrillers de la pasada década usando como ingredientes a un Colin Farrell moralmente ambiguo, la voz de Kiefer Sutherland como vengador desquiciado... y un teléfono público. De hecho, el título original de la película es Phone Booth ('Cabina telefónica').

Viajar a ninguna parte

Sabemos que no es una película strictu sensu, sino un cortometraje emitido por televisión. Y, pese a ello, tiene que salir aquí por narices: la improbable combinación de Antonio Mercero (sí, el de Farmacia de guardia), un guionista llamado José Luis Garci y el siempre genial José Luis López Vázquez (que no necesitaba pronunciar una palabra para contagiarnos su angustia) dio como resultado La cabina  (1972), una de las obras audiovisuales más inclasificables e inquietantes jamás rodadas en nuestro país. En su contexto, todo sea dicho, la cosa tenía más mala leche de la que podemos identificar hoy: en 1967, López Vázquez había protagonizado una muy exitosa serie de spots para aquella empresa que por entonces aún era pública, y aún se llamaba Compañía Telefónica Nacional de España. 

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