10 maneras cinéfilas de salir del armario

Si lo tuyo es tu propio sexo, no esperes a que se te haga tarde y sigue uno de estos ejemplos de película.
10 maneras cinéfilas de salir del armario
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10 maneras cinéfilas de salir del armario

Dicen que los tiempos han cambiado y que, al menos en el llamado 'Primer Mundo', la homosexualidad ya no es un tabú. Nosotros no lo dudamos, pero reconocemos que salir del armario (es decir, sincerarse con la familia y amigos sobre si a uno le van las ostras o los caracoles) sigue siendo un apuro gordo. En algunas ocasiones, como la del tremendo Christopher Plummer de Beginners, la presión social es tan grande que no permite ajustar cuentas con el mundo hasta pasados los 70. Si este es tu caso, lector o lectora, no esperes a que se te haga tan tarde: nosotros conocemos una herramienta infalible que lleva demoliendo prejuicios desde hace siglo y medio. Hablamos, por supuesto, del cine.

Los gays y lesbianas que trabajan en el celuloide son legión. Algunos, incluso, graban vídeos para animar a la juventud a no hacer caso a los homófobos (¡gracias, Pixar!) o, como Sir Ian McKellen, se convierten en homeless por un día para mostrar lo que ocurre cuando tu opción sexual es perseguida. Otros, como el muy hetero Sean Connery, tuvieron el valor de volverse gays en un plató cuando ser homosexual aún era un delito. Sin ánimo de igualarnos con semejantes titanes, nosotros te ofrecemos 10 maneras de cine para salir del armario. Repásalas con nosotros, y toma nota: uno nunca sabe en qué circunstancias le llegará su momento.

Gastronómica

La vimos en... El banquete de boda (Ang Lee, 1993)

Cuando la presión familiar es grande, y la desesperación abunda, una fórmula para escamotear tus preferencias a la familia es el llamado 'matrimonio blanco'. O sea, persuadir a una persona del sexo opuesto para que se case contigo, y así guardar las apariencias. En la vida real, este recurso suele producir malos rollos a granel, pero el autor de Sentido y sensibilidad optó por usarlo como pretexto para una comedia desmadrada y multicultural, repleta de platos sabrosos. No vayas a verla con hambre.

Grecorromana

La vimos en... Espartaco (Stanley Kubrick, 1960)

Tras décadas de censura, esta escena nos dejó boquiabierto cuando por fin pudimos verla. Porque, aunque el maestro del Bronx la rodase desde lejos y con mucha metáfora, las intenciones que en ella albergaba el patricio Laurence Olivier para con Tony Curtis estaban claras como el agua de la bañera. Aunque el esclavo salga corriendo (en busca, todo hay que decirlo, de Kirk Douglas y su hoyuelo en la barbilla), Olivier lleva parte de razón: no hay nada intrínsecamente malo en que a uno le gusten los caracoles.

Adúltera

La vimos en... Segunda piel (Gerardo Vera, 1999)

Trágica, triste y (admitámoslo) algo sobrada de moralina, esta película nos mostró a Jordi Mollá habitando un armario de tres cuerpos: el suyo, el de su esposa Ariadna Gil y el de un Javier Bardem que se lo lleva al río, demoliendo su mundo en el proceso. Al guión de Ángeles González Sinde le falta algo de júbilo para compensar, pero sus intenciones quedan muy claras. Tal vez demasiado.

Criminal

La vimos en... Lazos ardientes (Andy y Larry Wachowski, 1996)

A veces, uno no es consciente de por donde van los tiros hasta que llega a cierta edad. Tal es el caso, en esta película, de Jennifer Tilly. La pobre está de lo más instalada en su matrimonio con un gangster (Joe Pantoliano), cuando una ex convicta con tantas curvas como rudeza (Gina Gershon) le demuestra por la práctica que lo suyo son las chicas. Siempre detallista, el tándem de directores se agenció los servicios de una sexóloga para coreografiar las escenas calientes.

Circunstancial

La vimos en... Salir del armario (Francis Veber, 2001)

Para algunos, sólo hay una cosa más terrible que admitir los propios impulsos: un ERE. Amenazado con un despido fulminante, el pobre Daniel Auteuil (heterosexual dentro y fuera de la pantalla) se hace pasar por gay para así alegar discriminación en caso de despido. La cosa funciona, pero el más homófobo de sus compañeros de oficina (Gérard Depardieu) se toma muy a pecho la falsa revelación. Tal vez demasiado.

Familiar

La vimos en... Una jaula de grillos (Mike Nichols, 1997)

Al igual que el gran Ugo Tognazzi en La jaula de las locas (1978), Robin Williams tiene un problema: su hijo (es una larga historia) quiere presentarle a los padres de su novia. Lo cual no sería un problema, si no fuese porque el consuegro (Gene Hackman) es un político muy ultramontano, y tanto Williams como su pareja drag queen Nathan Lane tienen más pluma que una almohada antigua. Al director de El graduado le falló el pulso con este filme, pero el original sigue siendo un clásico de la comedia de enredo.

Proletaria

La vimos en... Beautiful Thing (Hettie McDonald, 1993)

Si declararte como gay en una familia de clase media es a veces un follón, imagínate en un council home inglés de los de toda la vida, con sus hooligans y sus madres adolescentes. Tras recibir una paliza doméstica, el joven marginal Scott Neal acude a refugiarse en casa de un compa de clase (Scott Neal) y acaba recibiendo amor de sobra tras un masaje con body milk. Atrevida y encantadora, esta película rompió esquemas.

Macarra

La vimos en... Mi hermosa lavandería (Stephen Frears, 1985)

Al verle en este filme, rodeado de skinheads y con ese tinte criminal, uno piensa que es mejor cambiar de acera al encontrarse con Daniel Day-Lewis. Craso error: es el propio Day-Lewis quien está deseando cambiar de acera, cosa que hará sin pensárselo dos veces cuando el pakistaní Gordon Warnecke le salga al paso. El autor de Las amistades peligrosas y el guionista Hanif Kureishi cocinan una fábula jabonosa y anti-Thatcher.

Mutante

La vimos en... X-Men 2 (Bryan Singer, 2003)

En los 70 y los 80, los tebeos de los X-Men eran una anomalía en el cómic de superhéroes: una buen número de sus lectores eran mujeres y/o gays. Este espíritu siguió vivo en sus adaptaciones al cine, culminando en esta escena. Porque, aunque el Hombre de Hielo (Shawn Ashmore) se derrita por una Anna Paquin intocable, ese "¿Has pensado en dejar de ser mutante?" que le dedica su madre se parece demasiado a demasiadas cosas: todos captamos la referencia.

Precoz

La vimos en... Trevor (Peggy Rajski, 1994)

Es posible que este cortometraje, ganador del Oscar y galardonado en Sundance, no te suene. Pero harías bien en informarte sobre él, por dos razones: la primera, que es tan breve como divertido, mostrando con humor las tribulaciones de un treceañero ante los primeros indicios de 'diferencia'. La segunda, porque sirvió para bautizar a The Trevor Project, un servicio de asesoramiento a jóvenes gays que lleva en activo desde 1998.

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