10 razones por las que Adam Sandler debería pedirnos perdón

¿El hombre más odiado de Hollywood? Probablemente: aquí va nuestra lista de agravios para el protagonista de 'Pixels'.
10 razones por las que Adam Sandler debería pedirnos perdón
10 razones por las que Adam Sandler debería pedirnos perdón
10 razones por las que Adam Sandler debería pedirnos perdón

Hasta ahora, la opinión era más o menos general, pero algunos teníamos reparos en reconocerlo. Sin embargo, tras el estreno de Pixelscabe poca duda: Adam Sandler es el hombre más odiado de Hollywood y, probablemente, del mundo. Como personas de corazón tierno que somos, al equipo de CINEMANÍA nos encantaría decir que esto es exagerado, que el protagonista de Niños grandes lo hace todo con buena intención (que ya es suponer, visto el ejemplo) y que infravalorar a un comediante siempre es más fácil que tomarla con un actor especializado en dramones. Pero aquí no hay duda: tras examinar nuestro dossier sobre el sujeto, hemos llegado a la conclusión, no de que Sandler se merece unas cuantas collejas bien gordas, sino también de que sus desmanes le hacen deudor de una disculpa pública por sus crímenes contra la humanidad y contra la risa. ¿Cuáles son esos delitos? Pues los que te presentamos a continuación.

Porque ni come ni deja comer

Estamos de acuerdo en que Pixels ha sido una de las películas más decepcionantes del año: no es que sea tonta (que eso lo dábamos por hecho, y podría haber sido parte de su encanto), sino que está hecha sin ganas y desaprovecha hasta la náusea el corto original de Patrick Jean. Pero lo que no tiene perdón ni de Pac-Man ni de Donkey Kong es que, a instancias de Sandler y Columbia Pictures, un grupo de abogados 'antipiratería' estén amenazando con retirar del servicio de streaming Vimeo todos los vídeos en cuyas descripciones aparece la palabra "pixels". No estamos hablando de copias ilegales del filme, sino de cortometrajes, vídeos promocionales de festivales de cine y otros productos indies que no tienen nada que ver ni con el actor ni con su película, y que en ningún caso podrían afectar a sus intereses. Si es una broma, no tiene ni pizca de gracia. Y si no lo es... pues qué os vamos a contar.

Por Rob Schneider

El escuchimizado Schneider y Adam Sandler, su amigo y mecenas, debutaron en el Saturday Night Live con apenas unos meses de diferencia. Y, aun a riesgo de ser desconfiados, tal vez eso tuviera algo que ver con que la primera mitad de los 90 fuese un bajón histórico para el mítico show, que abandonó su desquiciada finura para lanzarse en brazos del humor grueso. Para alivio de unos cuantos, Sandler y Schneider fueron despedidos en 1994... y eso sólo fue el comienzo de la catástrofe, puesto que el primero no sólo se empeñó en sacar al segundo como secundario en casi todas sus películas, sino que también tuvo la 'brillante' idea de producirle filmes para que nos mostrara sus talentos como actor principal. Una decisión que nos procuró bastantes risas con Gigoló... pero que también dio como resultado aquella cosa titulada Deuce Bigalow: Gigoló europeo. ¿Hace falta decir más?

Porque Capra no se merecía aquello

¿Qué es "aquello", nos preguntaréis? Pues, aunque recordarlo nos provoca espasmos, allá vamos: se trata de Mr. Deeds, el remake de El secreto de vivir protagonizado y producido por Adam Sandler en 2002. Si no captáis el motivo de nuestra cólera, añadamos que la película original fue una fina sátira dirigida por el autor de Sucedió una noche allá por 1936, en la que James Stewart Gary Cooper Jean Arthur lo bordaban como un pueblerino convertido en millonario y como una periodista sin escrúpulos, respectivamente. Ahora, recordemos la impresión de ver a Adam tomando el lugar de Stewart, a una Winona Ryder ya en horas bajas haciendo lo que podía para hacerse con el papel de Arthur y a la película, en general, tratando de convencernos de que su protagonista podía dar el pego como un señor sensible, adorable y todas esas cosas. El 'síndrome de Tom Hanks' llevado a sus consecuencias más dañinas, vamos. Ahora, si nos disculpáis, vamos a tomarnos un orfidal antes de seguir. O varios.

Por Os declaro marido y marido

De buenas intenciones, dice el refrán, está empedrado el camino al infierno. Y, en compañía una vez más del director Denis Dugan (su fiel escudero tras la cámara), Sandler dio buena prueba de ello en esta comedia sobre el matrimonio gay, estrenada justo cuando el tema comenzaba a caldearse en EE UU. Seguramente, nuestro hombre pensaba que este filme protagonizado por él y por Kevin James era su granito de arena en contra de la homofobia y a favor de la igualdad de derechos. Una contribución jocosa, en suma, a una causa noble. ¿Qué vimos nosotros? Pues algo bastante similar a No desearás al vecino del quinto, sólo que con coartada políticamente correcta. Y con bomberos. Puestos a vender chistes de mariquitas y machotes, cabe añadir, mejor hacerlo a pecho descubierto y sin condescendencias.

Por impulsar el 'bodriobuster'

A estas alturas, uno puede preguntarse por qué Adam Sandler sigue estrenando una película al año (a veces, más) si el grueso del público le odia a muerte. Muy sencillo: al menos hasta ahora, sus filmes han ofrecido grandes beneficios a cambio de presupuestos tirando a bajos. Una premisa que se extiende al resto de estrenos de Happy Madison, la productora que fundó en 1999 y que nos ha dado gemas como Gigoló y su secuela, Este cuerpo no es el mío (¡Schneider! ¡Schneider por todas partes!), Una conejita en el campus, Zooloco y la muy denostada Bucky Larson. Salvo cuando las protagoniza el jefe, las películas de Happy Madison están cortadas por el mismo patrón: filmes elaborados con medios modestos, que aprovechan los momentos de flojera en la cartelera para atraer a espectadores sin nada mejor que hacer y llevarse, en ocasiones, auténticas millonadas. Comercialmente, la estrategia es intachable. Creativamente, digamos que el resultado dista mucho de cuando Roger Corman fichaba a jóvenes talentos como Scorsese, Coppola Ron Howard para que le dirigiesen películas por cuatro perras. ¿Lo más irónico de todo? Ese señor mayor que juega al golf en la intro de la productora es nada menos que Stanley Sandler, el padre de Adam: menuda forma de tratar a la familia...

Por aprovecharse de sus mayores

La verdad, nos hemos salido un poco del tiesto al titular este apartado: si Jack Nicholson se prestó a participar en Ejecutivo agresivo, y si Al Pacino se marcó aquel bailecito en Jack y su gemela, sería porque un cheque adecuadamente jugoso les convenció de hacerlo.  Otra cosa es que, en dichos filmes, Sandler recurriese a una estrategia medianamente innoble: la de pegarse a actores con reputación y Oscar para quitarse de encima el sambenito de intérprete populachero. Si en los filmes de marras Adam hubiese afinado su talento, pues lo mismo ese deseo se hubiese visto satisfecho, pero dada la calidad de la materia prima, ya podría haberse agenciado al espíritu de Laurence Olivier desde el más allá, que ni por esas. Aun así, el anuncio del 'Dunkaccino' tenía bastante gracia, aunque no tanta como la reacción de Al al contemplarlo. Y, en Little Nicky, aquel Harvey Keitel con cuernos queda como (¿única?) excepción a la regla.

Por sus dibujos animados

Increíble pero cierto: los tentáculos (metafóricos... que sepamos) de Sandler no abarcan sólo el cine de acción real, sino que también se extienden a la animación. En Ocho noches locas (2002), aquellos con el estómago suficiente pueden ver a un Adam de papel y tinta protagonizando una comedia escatológica ambientada durante el Janucá, esa festividad judía que coincide con las navidades cristianas. Frente a ejemplos ilustres de animación para adultos (Páprika, Bienvenidos a Belleville) que apuestan por la sutileza, y frente a esa tradición de comedia hebrea intelectual y sofisticada, el protagonista de este informe nos ofrece la misma escatología de siempre, sólo que en versión coloreada y aliñada con canciones, porque la película es un musical. Tras un visionado de Ocho noches locas, tú también echarás de menos aquel episodio de Friends en el que Ross se transformaba en el Armadillo Navideño.

Porque, si es serio, puede ser peor

Cuando ha intentado reciclarse en actor dramático, Adam Sandler ha obtenido a veces resultados buenos. Incluso brillantes. Pero el último ejemplo de esa aspiración no está en absoluto a la altura de sus precedentes: nos referimos a Hombres, mujeres & niños, aquella película de Jason Reitman que aspiraba a ser una sucesora espiritual de American Beauty y se quedó en suma de topicazos, con los críticos cachondeándose de Sandler, y de su papel como padre de familia adicto al porno online. Si Adam aspiraba a ser el Gregg Edelman de Juegos secretos, y no digamos Kevin Spacey, dejémoslo en que erró el tiro monstruosamente y pasemos a otra cosa.

Por su música

Como muchos comediantes estadounidenses de escenario, Sandler no se limita sólo a soltar parrafadas, sino que también interpreta canciones cómicas. Ahora bien: oír esas canciones es algo que sólo debería hacerse en caso de que la vida de uno dependiese de ello, y aun así con reparos. De nuevo a vueltas con la cosa judáica, escucha en este vídeo cómo Adam destripa su hit Chanukah Song, una canción en la que celebra su condición de hijo de Abraham recordándonos cuántos de sus correligionarios se mueven por el show business.

Porque, cuando quiere, lo hace bien

¿Cuál es una de las cosas que más rabia dan de Adam Sandler? Pues que, muy de vez en cuando, hace buenas películas. O, por lo menos, películas divertidas. Ahí tenemos, sin ir más lejos, El chico ideal, 50 primeras citas, Cabezas huecas, Un papá genial y la ya mentada Little Nicky. En territorios más serios, podemos citar Punch Drunk Love (Embriagado de amor), que le arrancó elogios incluso a ese Roger Ebert que tan poco le tragaba, Hazme reír y En un lugar de la memoria. ¿Qué podemos extraer de esto? Pues que nuestra víctima de hoy es un humorista con gancho y un buen actor... pero sólo cuando le da la gana. Lo cual resulta casi insultante, al pensar que Adam se muestra satisfecho de entregar bodrios como morcillas al mando de Happy Madison en lugar de sacarle partido a su potencial. Lo peor de todo: que a él, probablemente, eso le dé igual, siempre que los dividendos sigan entrando en su cuenta corriente.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento