12 cosas que (probablemente) no sabías de 'El sentido de la vida'

Celebramos el 30 aniversario de la última barrabasada fílmica de los Monty Python con este reportaje en busca de una sardina. Por YAGO GARCÍA
12 cosas que (probablemente) no sabías de 'El sentido de la vida'
12 cosas que (probablemente) no sabías de 'El sentido de la vida'
12 cosas que (probablemente) no sabías de 'El sentido de la vida'

Como despedida, hay que reconocer que fue de traca: ofender todavía más a aquellos que se habían llevado las manos a la cabeza con La vida de Brian y rabiado con los sketches del Flying Circus o que no habían pillado los chistes de Los caballeros de la Mesa Cuadrada, parecía imposible, pero en 1983 El sentido de la vida demostró que esa palabra no existía en el diccionario de los Monty Python. El sexteto formado por John Cleese, Terry Gilliam, Terry Jones (director titular), Eric Idle, Graham Chapman y Michael Palin formuló con ese filme su testamento cinematográfico, conmocionando muchas mentes biempensantes y llevándose, de propina, el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes. Y ahora, 30 años después, viendo que la gente aún no se aclara sobre si sólo somos marañas espirales de ADN autorreplicante, en CINEMANÍA le rendimos un merecido homenaje.

“El camino hacia el infierno…”

“…está empedrado con buenas intenciones”, dice el refrán. Y resulta que el camino hacia El sentido de la vida también lo estuvo: tras disolver formalmente el equipo en 1974, los miembros de Monty Python sólo se habían vuelto a juntar para el rodaje de La vida de Brian (1979) y para actuaciones esporádicas en directo. Pero resulta que, a principios de los 80, todos los pythons menos Eric Idle se vieron las caras a menudo en eventos benéficos para Amnistía Internacional. Una vez constatado que podían estar juntos en la misma habitación sin darse de tortazos, ¿por qué no lanzar un nuevo filme? Y a ello se pusieron. De hecho, durante los preparativos del rodaje pusieron en marcha un show en Los Ángeles, el cual acabaría llegando al cine con el título de Monty Python en Hollywood.

¿Hacemos la guerra, o vamos a juicio?

Enfrentados a la tesitura de rodar una tercera película, los Monty Python barajaron dos alternativas: la primera habría tenido por título Monty Python's World War III, y hubiese presentado a la troupe en un futuro donde los ejércitos están esponsorizados por marcas comerciales. La segunda, que quedó sin título, partía de una premisa singular: juzgados por evasión de impuestos, los miembros del equipo se veían obligados a redimirse rodando una adaptación de Hamlet en el Caribe. Finalmente, al considerar el tribunal que dicho filme era un bodrio, los pythons eran sentenciados a la pena capital, concediéndoseles la gracia de elegir sus respectivos métodos de ejecución. Dicho final fue recuperado en El sentido de la vida mediante el sketch en el que Graham Chapman es perseguido hasta la muerte por una horda de chicas desnudas.

Dímelo con un poema

Tras comprobar que el rodaje de El sentido de la vida sería mucho más caro de lo usual, y debido a que Handmade Films (la productora de su amigo George Harrison) no estaba por la labor de financiarles tras La vida de Brian, los pythons cortejaron a Universal Pictures en busca de parné. La major estadounidense les pidió una copia del guión para dar luz verde al proyecto, algo que le sentó bastante mal al equipo ("Si nosotros no sabíamos cómo hacer una película de los Monty Python, a buenas horas iban a saber ellos", comentó Eric Idle) y que provocó una respuesta cien por cien montypythoniana: el sexteto envió a Universal una memoria del presupuesto... Y un poema que resumía las intenciones de la película. El estudio, por suerte, se tomó la jugarreta con humor.

Gilliam se va de madre (para variar)

La compañía de seguros Crimson, el corto que sirve de prólogo a la película, debía haber figurado en ella como un sketch más. ¿Qué ocurrió, entonces, para que acabase convertida en unaminipelícula de 15 minutos? En dos palabras: Terry Gilliam. El python estadounidense, ya encarrilado en su carrera como director, afrontó el proyecto con su habitual megalomanía, contando con su propio plató y su propio reparto (aunque los demás miembros del grupo aparecen haciendo cameos), y añadiendo ideas y escenas a lo loco. Todo con el loable fin de poner verde al mundo de las altas finanzas. "Nadie me dijo cuándo tenía que parar", bromeó el cineasta al darse cuenta sus compañeros de que aquello era un filme por derecho propio.

El edificio piratamonty_python_sentido_vida

Ya que estamos con La compañía de seguros Crimson, añadamos dos detalles interesantes. Para empezar, el edificio convertido en barco pirata existe (más o menos) en la realidad. Se trata de una oficina de la aseguradora naval Lloyd's Register, situada en el número 17 de la londinense calle Fenchurch. Para seguir, cuando los aguerridos jubilados de Crimson toman al abordaje la sede de la Very Big Corporation of America, fíjate en el tablón de anuncios: es un listado de empresas imaginarias, hasta un total de 42, entre las cuales encontramos nombres tan sugerentes como “Corporación de viajes interestelares” y “Sociedad de transplantes de hígado”. Si has visto la película, seguro que esto último te suena.

Los católicos no usan gomitas

Una vez pasada la delirante animación de los créditos (obra de Gilliam, por supuesto), uno de los momentos más memorables de El sentido de la vida es el número musical donde una familia católica, y pobre, cargada de hijos proclama aquello de “todo esperma es sagrado” mientras sus vecinos anglicanos, y ricos, arrugan el ceño. El número total de vástagos era de 63, pero como contaban con muchos menos niños para la escena, los pythons resolvieron la papeleta mediante un truco con mucha solera: los tiernos infantes abandonaban el plató por uno de sus extremos, daban la vuelta y volvián a entrar por el otro lado. Además, a fin de no escandalizar a las criaturas, Michael Palin cambió en sus diálogos la palabra “cock” por “sock” (calcetín, en inglés), obligando a doblar partes de la escena en postproducción. Por suerte, todo salió bien, y los niños pasaron por la ordalía sin tener ni idea de qué estaban cantando.

El señor Creosota y Orson Welles

Ideado por Terry Jones, el memorable atracón explosivo del señor Creosota estuvo a punto de quedarse fuera de la película hasta que, por suerte, John Cleese convenció a los demás pythons de que la conservaran. Por suerte, decimos, ya que la escena no sólo se convirtió en uno de los momentos más aclamados del filme gracias a su escatología desatada, sino que también fue la clave del premio especial recibido por El sentido de la vida en Cannes. ¿Por qué? Pues porque Orson Welles, miembro del jurado en el certamen francés, “se sintió muy identificado con el personaje”, en opinión del viperino Cleese. ¿Le gustarían al autor de Sed de mal las chocolatinas con menta?

Que te coma el tigre

Amén de compartir premisa con un popular tema de Lola Flores (los genios, a veces, tienen estas cosas), la escena en la que un flemático soldado de Su Graciosa Majestad descubre que un tigre se ha merendado sus piernas, pese a estar en África, supuso también otro momento muy escatológico. Sólo que, esta vez, entre bambalinas: durante el rodaje John Cleese se hallaba preso de una contumaz gastroenteritis, y cada vez que Terry Jones decía “¡corten!” se veía obligado a salir corriendo a vomitar. Una vez echada la papilla, el actor se reincorporaba al rodaje como si nada.

Homenajes con chaqué rosa

Seguro que, viendo El sentido de la vida, más de uno se ha preguntado quién es ese señor canta la Canción del pene en la escena del restaurante. Nosotros tenemos la respuesta: poniéndose ese atavío y contoneándose con tanta pluma, Eric Idle rendía así homenaje a Noël Coward (1899-1973), guionista, actor, compositor, dramaturgo e icono del mundo gay británico. En el mismo filme, Coward se lleva otro homenaje: el señor vestido de rosa (también Idle) que surge de un frigorífico para aleccionar sobre la insignificancia de la vida humana a un ama de casa está bastante más que inspirado en los personajes de sus números de cabaret.

Una profecía macabra

Por si fuera poco con la muy siniestra animación de Gilliam y sus hojas suicidas, o con lo bien que impostó John Cleese su voz, la escena en la que la mismísima Muerte interrumpe una pacífica cena incluye un detalle que pone los nervios de punta a los montypythonólogos. Resulta que el comensal que le abre la puerta al Hombre de la Guadaña es Graham Chapman, el primer miembro del sexteto (y único hasta la fecha) en dejar este mundo. Suponemos que, como Michael Palin fue el único que no se comió la mousse de salmón, a él le tocará el último en la lista de futuras defunciones.

La joven Jane (Leeves)

Christmas in Heaven, el último número musical de El sentido de la vida, guarda una pequeña sorpresa para los aficionados a las sitcoms intelectuales. Una de las bailarinas que aparecen en él es nada menos que Jane Leeves, la futura intérprete de Daphne en Frasier, quien debutó en el cine con este minúsculo papel. Seguro que, después de vérselas con los pythons, aguantar a Kelsey Grammer, a su hermano y al resto de su familia debió de parecerle poca cosa.

“¡Esto es un desastre!”

Vale, de acuerdo, El sentido de la vida causó sensación en su momento, amén de llevarse el premio en Cannes. Pero hay gente que no está nada contenta con ella. No nos referimos a los censores irlandeses (que prohibieron la película, como ya habían hecho con La vida de Brian), sino a sus propios creadores. Con el tiempo, los miembros supervivientes del sexteto han reconocido que la premisa del filme era lo único que se les ocurrió para unificar los sketches, y que el producto final les dejó bastante fríos, quitándoles las ganas de volver a trabajar juntos. Y es que los grandes comediantes, ya se sabe, suelen tener mucha mala leche.

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