5 cosas que el terror le debe a Wes Craven

El autor de 'Pesadilla en Elm Street' no sólo llenó sus películas con sustos, sino también con descubrimientos y sabiduría.
5 cosas que el terror le debe a Wes Craven
5 cosas que el terror le debe a Wes Craven
5 cosas que el terror le debe a Wes Craven

Para quienes crecimos en los 80, la muerte de Wes Craven ha sido un mazazo más que considerable: el director, productor y guionista, que nos ha dejado a los 76 años a consecuencia de un tumor cerebral, no fue sólo un proveedor de sustos memorables, sino también un maestro. Apoco que uno estuviera interesado por el género de terror, podía darse cuenta de que las películas de Craven entreveraban sus jump scares y sus momentos de sangre e higadillos con lecciones valiosísimas sobre la historia y los mecanismos del género de terror. Con sus modos de superviviente aprendidos de la serie B, con su imaginación dinamitadora de tópicos y con ese atrevimiento que a veces le llevaba a estrellarse (véanse Shocker: 100.000 voltios de terror Amiga mortal), Craven deja un legado que deleitará a los cinéfilos del futuro (y a los del presente) tanto como servirá de escuela a aquellos directores que aspiren a usar el cine 'de miedo' más como una plastilina que moldear que como un corsé de cemento armado. Aquí te presentamos sus enseñanzas más duraderas.

La cinefilia cruel

Como saben todos los jóvenes (o, a estas alturas, no tan jóvenes) que se criaron con la saga Scream, a Craven se le daba muy bien apropiarse de otras películas de terror, de sus tropos y sus mecanismos, para incorporarlos a su propio lenguaje. Ahora bien, ¿era esto sólo un resultado de la colaboración entre el cineasta y el guionista Kevin Williamson? Pues más bien no, porque Craven había empleado esta argucia desde los mismos comienzos de su trayectoria. Tan macabra y tan brutal como era, La última casa a la izquierda (1972) era también un remake encubierto de El manantial de la doncella (1960), aquella obra maestra con la que Ingmar Bergman se llevó el Oscar a la Película Extranjera: más listo que el hambre, el maestro Wes cambió paganos suecos por hippies psicópatas, convirtiendo el original (que de brutal también tenía lo suyo) en una radiografía grotesca de los EE UU de los 70. Por otra parte, Las colinas tienen ojos (basada nada menos que en una leyenda escocesa del siglo XVII) puso en marcha un juego de guiños, bromas y referencias que nuestro hombre y Sam Raimi intercambiaron en sus filmes durante buena parte de los 80.

El microcosmos teen

¿Quién inventó el slasher? ¿Fue Agatha Christie con Diez negritos, como afirman algunos? ¿O se lo debemos a Hitchcock y PsicosisNo tenemos ni idea. Pero de lo que sí estamos seguros es de que, de no haber sido por Craven, este género no tendría a los adolescentes como sus víctimas preferidas: si bien John Carpenter (en La noche de Halloween) y la primera entrega de Viernes 13 ya habían puesto de moda eso de ensartar quinceañeros y quinceañeras, fue la primera entrega de Pesadilla en Elm Street (1984) el filme que más en serio se tomó todo eso de indagar en la vida cotidiana de los protagonistas, describir su día a día y empatizar con sus pequeños y grandes problemas, para así captar la atención de un público objetivo no tan distinto a ellos... antes de entregarlos a las garras del asesino de turno. Un asesino del cual, faltaría más, vamos a hablar ahora mismo.

El monstruo burlón

En 1984, cuando nació para el cine, Freddy Krueger (Robert Englunddestacaba entre los Jason Voorhees, Michael Myers y similares por algo más que por sus superpoderes: en lugar de ser una amenaza enmascarada (y, por tanto, impersonal), el asesino onírico de Elm Street era una figura llena de carisma que no sólo acababa con sus víctimas, sino que además aprovechaba su dominio de los sueños para reírse de ellas, Escribiendo el guión de Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño (1987), el cineasta no sólo reforzó este componente de farsa, sino que además lo potenció enfrentando a Freddy con unos rivales a su altura, en forma de chavales con la imaginación desbocada. Desde aquel momento, Krueger se convirtió en el monstruo por excelencia del ecuador entre los 80 y los 90: un híbrido entre el asesino de toda la vida, un supervillano de cómic y esas mascotas como el Guardián de la Cripta o el Tío Creepy que habían animado la edad de oro del cómic de terror.

Los mecanismos al desnudo

¿Pensabas que La cabaña en el bosque era un filme totalmente original? Pues, con todos nuestros respetos a Joss Whedon Drew Goddard, no lo es: en 1994, con La nueva pesadilla de Wes Craven, nuestro protagonista ya le había metido un sopapo a las rutinas y la inercia con las que Hollywood encorseta al cine de terror, realizando un ejercicio de metacine en el que Freddy Krueger le ajustaba las cuentas a ejecutivos, productores y demás alimañas. Una vez que Kevin Williamson entró en escena, con un guion cuyo título original era Scary Movie, esta forma de destripar  a su género favorito llegó al paroxismo con Scream: Vigila quién llama. Reemplazando el carisma de Freddy con la impersonalidad de 'Cara de Fantasma' y su máscara, Craven y Kevin Williamson sedujeron a una nueva generación de espectadores con un filme para el cual lo más interesante no eran tanto el asesino o sus víctimas como las normas (y los tópicos) que determinaban sus movimientos. De esta manera, Scream 2  Scream 3 se quedaron a gusto poniendo de relieve los males de la secuelitis, mientras que la infravalorada Scream 4 (2011) se cebaba en un surtido de tendencias recientes, desde el terror found footage hasta el auge de internet, pasando por las vueltas de tuerca y los giros empleados por esas sagas que podrían haber tenido un digno final, pero que no se mueren ni a tiros.

Más estrellas de las que piensas

¿Cuántos actores trabajaron con Wes Craven antes de hacerse famosos? Pues, por lo pronto y como sabemos, ese Johnny Depp convertido en surtidor de sangre por Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street. Pero no sólo él: en 1985, nuestro director fichó a un Bruce Willis casi desconocido para un capítulo de Más allá de los límites de la realidad, mientras que para Bendición mortal (uno de sus filmes menos lucidos, es cierto) contó con una joven rubia llamada Sharon Stone y, con Pesadilla en Elm Street 3, le dio la alternativa a Patricia Arquette. Aunque esta habilidad de Craven para lanzar a la fama a sus protagonistas no haya funcionado siempre (lo sentimos, Neve Campbell), le añade hoy un plus de interés a su filmografía. Y, desde luego, resulta mucho más disfrutable que su trabajo con una estrella tan consagrada como Meryl Streep: para según quienes, Música del corazón es un filme más terrorífico que todos los capítulos de Scream y Elm Street puestos en fila.

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