Beatriz Sanchís ('Todos están muertos'): "Nos hemos quedado con ganas de dar un concierto"

Su película ganó tres premios en Málaga 2014, y va camino de ser una cinta de culto. Hablamos con la directora sobre la Movida, la agorafobia y la magia de Elena Anaya. Por YAGO GARCÍA
Beatriz Sanchís ('Todos están muertos'): "Nos hemos quedado con ganas de dar un concierto"
Beatriz Sanchís ('Todos están muertos'): "Nos hemos quedado con ganas de dar un concierto"
Beatriz Sanchís ('Todos están muertos'): "Nos hemos quedado con ganas de dar un concierto"

Como es natural en una persona de 38 años, la directora de cine Beatriz Sanchís no conoció de primera mano la Movida de los 80: "Me pilló muy peque", comenta para CINEMANÍA. "Todo lo que recuerdo de aquello es La bola de cristal". Pese a ello, y como tantos otros adolescentes de los 90 ("Mi educación musical empezó con el grunge y con el primer disco de Los Planetas") la autora de Todos están muertos sí que se fijó en aquellos grupos que tocaban en Rock-Ola y que aparecían en el plató del programa La edad de oro: sus canciones y sus historias, combinadas con la influencia de filmes del período como Arrebato ("Una de esas películas", señala, "que son una revelación cuando las ves por primera vez") están en el germen de un filme que se estrena ahora tras ganar tres premios en Málaga 2014, incluyendo la Biznaga a la Mejor Actriz para Elena Anaya.

Claro que la raíz de Todos están muertos no surge sólo de la nostalgia ochentera: en ella también hay un punto autobiográfico sobre el que Beatriz Sanchís no se corta en hablar. "Perder a mi mejor amigo me supuso un trauma", explica. "Me di cuenta de que no nos educan para aceptar la muerte, y me provocó consecuencias como el miedo a salir de casa". Sanchís reconoce que su agorafobia no llegó a ser grave, y que en todo caso le supuso muchas menos complicaciones que a la protagonista de la película. Pero la historia de una ex estrella del pop que decide aislarse tras el accidente que segó la vida de su hermano (Nahual Pérez Biscayent) parece demasiado similar a la muerte de Eduardo Benavente (líder de Parálisis Permanente) y a las secuelas que ésta dejó en su pareja, la teclista Ana Curra. Pese a ello, y aun reconociendo que se documentó mucho antes de escribir el guión, la directora insiste en que dichos parecidos son casuales: "La actriz que interpreta a la madre de Elena es mexicana, y ella me comentó: 'fíjate, igual que la madre de Alaska'. Pero eso también es casualidad: lo que me interesó de México es su punto de vista sobre la muerte, la comunicación con la muerte que hay en su cultura".

Con casualidades o sin ellas, lo cierto es que Todos están muertos pone su empeño en hacernos creer que Groenlandia (el grupo en el que tocaba su protagonista, y cuyo nombre hace referencia a una canción de los Zombies) existió en realidad: esta banda ficticia cuenta con un hit muy de la época (Corazón automático) e incluso con un videoclip, trabajado al máximo para semejar una actuación en Tocata u otro programa musical de los 80. "Lo planeamos desde el principio", reconoce. "Teníamos muchas más ideas para Groenlandia, incluso la de dar un concierto, pero al final hemos podido hacer menos de lo que nos hubiese gustado".

Aun así, todo ese empeño acabó dando frutos: además del trofeo para su actriz principal, la película se fue de Málaga con el Premio del Jurado y el Premio Especial del Jurado Joven. Tal vez estemos ante una película que se hace querer: "La primera vez que le enseñamos la película a la gente fue maravillosa", recuerda Beatriz Sanchís. "Yo estaba intranquila, porque no es un trabajo muy al uso y no sabía cómo se iba a portar el público". La directora también sabe que buena parte de esa reacción es achacable al trabajo de Anaya: "Elena hace cosas complicadas: el papel es muy tremendo, pero tiene momentos de comedia que son mágicos". El oficio de su primera actriz contrasta, reconoce Sanchís, con Cristian Bernal, un debutante muy joven que interpreta a su hijo: "Es complicado trabajar con alguien sin experiencia: tienes que introducir en el cine a una persona que aún no tiene idea de nada". Como ya no estamos en los 80 (en este caso, por suerte) no es ningún secreto que Beatriz Sanchís y Elena Anaya fueron pareja: el gesto de la directora al constatar que eso no entra en nuestro cuestionario parece casi de alivio.

Por otra parte, Todos están muertos no se corta al retratar el lado sórdido de la nostalgia. Bajo las canciones pop, la comedia juvenil (y con boy scouts) y ese fantasma con botas camperas acechan frustraciones, desamores y otros desastres: "Desde el principio, la película tiene dos capas: en la primera te encuentras con una cosa casi inocente, y después hay otra capa subterránea donde aguarda toda la locura". Hay mucha locura, desde luego, pero ¿hay drogas? Porque los grupos de los 80 no andaban mancos a ese respecto. "Para mí, está, aunque no se hable de ello. Todos mis personajes tienen un pasado y una historia personal que no tiene por qué salir en la película: les escribo biografías, y todo".

Sanchís, que se confiesa fan de David Lynch y de Luis Buñuel, prefiere no hacer cábalas sobre el futuro comercial de su película. Pero nosotros, que somos tan chinches y tan cotillas como Carlos Berlanga y McNamara, no nos resistimos a plantearle un dilema: si pudiese elegir entre obtener un megaéxito comercial con su película y que ésta se convirtiese en un filme de culto (como Arrebato o Laberinto de pasiones), ¿con qué se quedaría? La directora se lo piensa un rato, y responde: "Si tengo que elegir, elijo perdurar: seguir interesando a una generación tras otra me parece el logro más bonito".

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