Muere Mike Nichols, director de 'El graduado'

Fue una de las pocas personas en tener al menos una estatuilla de cada uno de los grandes premios: Oscar, Emmy, Grammy y Tony. Ha fallecido a los 83 años.
Muere Mike Nichols, director de 'El graduado'
Muere Mike Nichols, director de 'El graduado'
Muere Mike Nichols, director de 'El graduado'

Dentro de la efervescencia del Nuevo Hollywood de los años 70, pocos directores de la generación anterior afincados en el establishment estaban tan bien considerados como Mike Nichols por parte de los jóvenes melenudos que iban a cambiar la industria. Las dos primeras películas de este excelente director teatral nacido en Berlín en 1931 —su familia no tadó en emigrar a EE UU huyendo de los nazis— eran tan incontestables como ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966) y El graduado (1967). Puede que de planteamientos dramáticos tradicionales, pero rabiosamente modernas en ejecución y salvajes en su retrato de un mundo en pleno cambio. Nichols dejó bien claro su sello y durante las décadas siguientes se confirmó como, al menos, uno de los maestros en dirección de actores más incontestables que tuvo nunca Hollywood. A través de una carta de su presidente James Goldsonton, ABC News ha dado la triste noticia de su muerte a los 83 años.

Antes de convertirse en director de cine, Nichols fue un animal de teatro. A finales de los años 50 formó junto a Elaine May el dúo cómico Nichols and May en Chicago; un fenómeno popular que llenaba sus funciones, tenía apariciones especiales en televisión y ganó el Grammy en 1962 como Mejor álbum de comedia. No tardaron en dar el salto a Broadway y en 1960 estrenaron An Evening With Mike Nichols and Elaine May con dirección de Arthur Penn. Fue tres años después cuando el propio Nichols dirigió la histórica producción de Descalzos en el parque, de Neil Simon, lo que le brindó su primer Tony de Mejor dirección y le descubrió la que sería su vocación profesional para el resto de su vida.

En 1966 ya era el director teatral más famoso y solicitado, de modo que sus credenciales fueron suficientes para que Warner Bros. confiara en él la dirección de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, una bomba de relojería protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton. El colosal éxito de taquilla y de galardones del filme (13 nominaciones al Oscar, 5 estatuillas) pavimentaron el ascenso al estrellato absoluto de Nichols con sus siguientes obras de teatro y, ante todo, su segundo largometraje: la generacional El graduado, con Dustin Hoffman, Anne Bancroft, siete nominaciones al Oscar, su estatuilla por Mejor dirección y 50 millones de dólares en taquilla que, por aquel entonces, la convirtieron en una de las películas más exitosas de la historia.

Ya en los 70, Nichols abrazó la controversia y libertad del Nuevo Hollywood con la adaptación de Trampa 22 (1970) y la sexualidad de Conocimiento carnal (1971). Siguió dirigiendo en Broadway y ganando Tony por ello, como con Prisionero de la Segunda Avenida, también de Simon. Sabía sacar el máximo partido de su relación con los actores y, por ejemplo, en 1973 dirigió a George C. Scott en una producción de Tío Vania, de Chejov, a la vez que estrenaba en cines El día del delfín. También se puede decir que ahí comenzó el desencuentro de Nichols con el público y crítica cinematográficos, acrecentado por la mala recepción de la comedia Dos pillos y una herencia (1975). Pero poco importaba, si mientras tenía entre manos el exitoso musical Annie en Broadway; y otro Tony, por supuesto.

Se puede decir que a la década siguiente cambiaron las tornas: Nichols empezó a acumular fracasos en las tablas mientras que su cine volvía a florecer gracias a Silkwood (1983) y Armas de mujer (1988), aunque por la misma época también hay que recordar experiencias menos afortunadas como Se acabó el pastel (1986) y Desventuras de un recluta inocente (1988). En 1990 dirigió el guión autobiográfico de Carrie Fisher Postales desde el filo, su tercera y última colaboración cinematográfica con Meryl Streep, con quien se volvió a reunir con motivo de la excelente miniserie de Angels in America en 2003; con ella consiguió su segundo Emmy, después del logrado por el telefilme Wit en 2001.

Antes de eso, la década de los 90 fue algo complicada para sus propuestas cinematográficas, que ya encontraban dificultades de financiación y conexión con los gustos de un público más pendiente de las explosiones exteriores de los blockbusters que de las interiores dentro de los torbellinos psicológicos de su cine de personajes. Así, dirigió el guión de J.J. Abrams para A propósito de Henry (1991), trabajó por cuarta y última vez con Jack Nicholson en Lobo (1994), se reunió con Elaine May gracias a los guiones de Una jaula de grillos (1996) y Primary Colors (1998) y tuvo que poner su nombre a productos tan horrendos como ¿De qué planeta vienes? (2000) para que, años después, Closer (2004) y La guerra de Charlie Wilson (2007), esta última con guión de Aaron Sorkin, dieran la impresión de ser una vuelta a la forma cuando, en realidad, cada una está en las antípodas de lo que pudieron ser El graduado o Trampa 22 para sus respectivas temáticas.

Alejado de Hollywood, su retiro tuvo el sabor dulce del regreso a los escenarios. Dirigió las premiadas representaciones de Spamalot, el musical de los Monty Python, así como, en 2012, un montaje de Muerte de un viajante, de Arhtur Miller, que le brindó su último premio Tony; el octavo de una carrera que brilló con el mismo intenso fulgor en todos los campos de la dirección dramática.

Hoy, en homenaje, que nadie se mueva en las cintas mecánicas del metro.

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