[San Sebastián 2014] Día 1: De Ozú a Ozón, todos hablan de ‘La isla mínima’

La primera jornada del Festival de San Sebastián nos enseña que transición no es lo mismo que transformismo
[San Sebastián 2014] Día 1: De Ozú a Ozón, todos hablan de ‘La isla mínima’
[San Sebastián 2014] Día 1: De Ozú a Ozón, todos hablan de ‘La isla mínima’
[San Sebastián 2014] Día 1: De Ozú a Ozón, todos hablan de ‘La isla mínima’

¿De qué se habla hoy en San Sebastián? De qué va a ser. De La isla mínima, de Alberto Rodríguez y de su potentísimo thriller político enfangado hasta las marismas de suspense e intensidad. Lo llevábamos avisando un tiempo, que pegaría fuerte, que al público le entusiasmaría ver a Javier Gutiérrez y a Raúl Arévalo en la piel de estos polis de los 80 –uno de la “vieja guardia”, el otro más demócrata– perdidos en los confines de Sevilla para resolver los misteriosos asesinatos de unas crías. Pero gusta comprobar que llevábamos razón con aquello de que el director de 7 vírgenes, After y Grupo 7 es el mejor director español vivo. O eso parecía demostrar la doble cola con tirabuzón que rodeaba el Kursaal a las ocho y media de la mañana –¡pero entonces a la gente sí que le gusta el cine!– para ver la última película de Alberto Rodríguez. Y, de paso, a Jesús Castro (El Niño), el ojos azules revelación de la temporada que tiene un papel secundario en La isla mínima, como han descubierto alborozadas unas señoras sentadas en la fila de atrás. Que vivan las señoras, por cierto, tribu urbana, lugar común y alma de este festival.

¿Qué hemos visto? Además de La isla mínima, o como la ha definido uno de nuestros guionistas de comedia favoritos a la salida del pase: “Ozú Detective”, hemos sido testigos en el pase del mediodía de la última locurilla de François Ozon, ese director pillín con abono en Zinemaldia –fue Concha de Oro hace dos años con En la casa– que suele hacer películas bastante aterciopeladas. La última, Una nueva amiga, también lo es. Afincada en el antigénero –sexual y cinematográfico: es comedia, drama y opereta todo a la vez– presenta a un genial Roman Duris en bragas y con peluca y descubre a una Anaïs Demoustier bellísima y sensacional. Recuerda a películas como la última de Achero Mañas (mucho) o Hable con ella (pero de charanga) o la reciente Guillaume y los chicos a la mesa sin su garantía de autenticidad.

¿Qué nos perdimos? Nos vamos a perder la danesa Silent Heart por dos buenas causas. La primera, la china Black Coal, ganadora del Oso de Oro en la pasada edición del Festival de Berlín, se proyecta en la Sección Perlas. La segunda, a las siete y media tenemos entrevista con Juliano Ribeiro Salgado, el hijo del fotógrafo Sebastiao Salgado y codirector con Wim Wenders de un documental sobre su padre: La sal de la tierra. De padres va la cosa, porque esta noche también se proyecta Paco de Lucía: La búsqueda, documental del músico dirigido por su hijo, Francisco Sánchez Varela.

¿Qué hemos comido? Con la misteriosa fortuna de haber hecho una pandilla fortuita que hace las veces de comité gastronómico, entre Alberto Rodríguez y Ozón, hemos comprobado que el mejor pincho de tortilla de San Sebastián lo ponen en la taberna Zabaleta, muy cerquita del Kursaal. Por supuesto, como es tradición en Donosti, mientras comíamos nos hemos dedicado a hablar de… comida.

¿Qué esperamos de la jornada de mañana? Lo esperamos todo y más de Pasolini, el retrato del cineasta italiano a manos de Abel Ferrara. Y tenemos muchas ganas de reencontrarnos con Gandolfini en su papel sopranesco de La entrega.

Conchómetro: Como esto acaba de empezar, nos cortaremos un poco con La isla mínima aunque al ver a Alberto Rodríguez de refilón por el Bulevar nos han entrado ganas de gritarle “¡Bravo!”. Digamos que, por el momento, la auténtica ganadora de nuestro conchómetro es esta ciudad hermosa en la que –pensémoslo un segundo– la gente es tan sensacional que madruga para ir al cine.

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