[SEMINCI 2015] Mujeres al poder (pero no todas a la vez)

La debutante iraní Ida Panahandeh ('Nahid') y los palestinos hermanos Nasser ('Dégradé') conquistan Valladolid en esta jornada.
[SEMINCI 2015] Mujeres al poder (pero no todas a la vez)
[SEMINCI 2015] Mujeres al poder (pero no todas a la vez)
[SEMINCI 2015] Mujeres al poder (pero no todas a la vez)

“Si tienes miedo, no lo digas; y si cuentas algo, no tengas miedo”. La frase la dejó caer ayer en rueda de prensa Tarzan Asser, uno de los dos IMPRESIONANTES gemelos palestinos directores de la apasionante Dégradé. Por lógica narrativa, y también por coherencia, así debería haberse titulado mi crónica de hoy, pero voy a empezar a cubrirme la ropa (y las espaldas) mientras nado en las peligrosas aguas del periodismo cinematográfico (yo, por experiencia demostrable, también soy periodista antes que hombre de cine).  Además, ayer hice dos promesas a la exuberante directora de RR.PP. del Festival: la primera fue titular mi crónica del día así, “Mujeres al poder”,  y la segunda, hacer lo posible por encontrar un hueco a los Novatos del Colegio Mayor de Pablo Aragües, ficción que representa, acerca del abuso a los nuevo internos que se produce y en muchos casos se consiente en estas residencias que por experiencia propia conozco tan bien. Como esta última promesa todavía no sé si podrá verse satisfecha (el número de grandes películas en Sección Oficial es ingente y mi tiempo y espacio, aunque sea online, limitado) aprovecho para reseñar la película ahora y continuar hablando de las poderosas razones del encabezado que escojo para este espacio que CINEMANÍA dedica cada día a la 60ª edición de este festival tan arraigado en mi historia y en la de (casi) todos los pucelanos como yo.

¿Qué hemos visto?

En mi caso, lo de “mujeres al poder” no es solo una pose, sino también una parafilia. Cinematográficamente hablando también: recuerdo que la primera película que realmente me excitó, cuando solo era un pre- adolescente, y en una sala de verano, fue She (por vagos recuerdos fotográficos, creo que la estética era la de los 80 de Avi Nesher), en la que una casta de mujeres esclavizaba a toda la especie macho, y a su beneplácito era utilizada. Más preocupante fue la descomunal erección, “asistida” por mi amiga Erika, que experimenté en la oscuridad de los Cines Casablanca durante el desopilante tramo final de la japonesa Audition (Takashi Miike, 1999): entonces no me atreví a experimentar más allá…

Y detengo la ensoñación (además de ejercer el periodismo, soy experto y diplomado en Cinematografía y Guión, aunque no lo suelo practicar) para seguir desarrollando el que de momento parece ser el gran vector que orienta el Festival en esta su 60ª edición, como es la mujer y su condición femenina, como creadora cinematográfica y también como modelo de representación en gran parte de las ficciones de la Sección Oficial y de Paralelas.

Si ayer dábamos cuenta del talento reunido en torno a la mesa redonda de Femenino Singular, hoy hay que hablar del encanto y de la sabiduría que en relación a la naturaleza femenina y su condición en el mundo desprenden dos de las tres películas vistas ayer en la principal sección competitiva del Festival. En primer lugar de Nahid, la madura opera prima de la iraní Ida Panahandeh, que cuenta el drama de una mujer divorciada a la hora de sostener emocional  y económicamente a su hijo, en una sociedad que castiga con la pérdida de la custodia infantil las segundas nupcias. Quiso desprenderse la joven cineasta de toda interpretación política para su película, y aseguró vivir felizmente en una sociedad moderna (la iraní) en la que generalmente se respetan los derechos y la voluntad de las mujeres. Nahid no solo destaca por su contenido, sino también por una estética desvaída en la que la ciudad y su aspecto deprimente y nublado es un personaje más que acompaña las desventuras de los protagonistas. Las imágenes diferidas (por monitores de vigilancia) y el mar aportan también interesantes lecturas y vericuetos a una trama que se sigue con interés y amargura. En el Teatro Calderón, por la noche, Panahandeh presentó su película ataviada con una hermosísima chaqueta de bordado beis y un colorido velo que potenciaba las facciones de su límpido rostro y dejaba mostrarse a un juvenil flequillo. Terminó por ganarse a la audiencia cuando apeló al espíritu de Cervantes que casualmente encontró mientras recorría la ciudad en compañía de su marido, y co-guionista de Nahid, Arsalan Amiri.

Más festiva, aunque finalmente trágica, es Dégradé, también debut en el largo de los hermanos Arab y Tarzan Nasser, cineastas palestinos de irresistible atractivo a su paso por Valladolid (llovieron los flashes y los suspiros, no solo de mujeres), cuya película, ambientada en Gaza, pero rodada en Ammán (Jordania), recrea, a pequeña escala, el asedio de Gaza, a través de lo que ocurre en el interior de una dicharachera peluquería de mujeres. Con un estilo realista en las antípodas del Caramel de Nadine Labaki, pero con espíritu y discurso similar al de su posterior película ¿Y ahora dónde vamos?, los hermanos Nasser revaloralizan el rol de la mujer, no solo en Gaza, sino en el mundo en general. Colorista, de diálogos y personajes locos en el buen sentido de la palabra, trágica finalmente por mor del férreo control que sobre la población y la familia ejercen las milicias del gobierno de Hamás, Dégradé ofrece un retrato de la mujer palestina acrisolado y plural, lejos de los convencionalismos occidentales. Para los hermanos Nasser, “si las mujeres llegaran algún día a controlar el mundo, se llegarían a conocer determinados cambios” en beneficio de la humanidad. Para mí también, pero no las encierres a todas en un espacio tan reducido como esta peluquería, porque el experimento convivencial puede acabar mal.

La que no me sorprendió tanto (quizás las expectativas estaban muy altas por la repercusión del filme en Cannes y tras su primer pase aquí) fue Une histoire de fou, de Robert Guédiguian. A ver, el funcionamiento narrativo de la película, y el discurso que se desprende de la misma, es impecable, como casi siempre ocurre con el cine de este maestro francés, pero no está al mismo nivel (al menos desde mi punto de vista) de otras obras cumbres como Las nieves del Kilimanjaro. Habrá que darle otro pase antes de su estreno en salas, ya que la historia que cuenta se lo merece.

Más, El mundo abandonado, de Margarethe von Trotta: aquí confieso que me marqué 'un Boyero' (no comparto sus restrictivos gustos, pero admiro la capacidad de resistencia que tiene este hombre, pese a las presiones externas que debe soportar a diario, por eso nunca he apoyado ni apoyaré ninguna campaña interesada en absorber más esferas de poder mediático –me han pedido la firma para removerle de su puesto de trabajo en varias ocasiones durante los últimos años, gente muy cercana incluso-), pero no porque la película no me estuviese gustando, sino porque agotadito estaba de tanto visionado y tan poco sueño aliviado. Analizaré el nuevo filme de la directora de Las hermanas alemanas pasado mañana y aprovecharé además para echar otro visionado al espléndido y macabro cortometraje Café froid, de Stéphanie Lansaque y François Leroy.

¿Qué encuentro hemos celebrado?

A petición de mi socio en minicritic.es (portal transversal de crítica cinematográfica de próxima aparición), me hice la foto con el alcalde de turno, el recién investido socialista Óscar Puente. Mi impresión: parece un chico majo y comprometido que ojalá apoye más el desarrollo cultural (el cinematográfico y los demás) en la provincia y en la comunidad, y no solo la oficial, sino la de base también –para empezar, que vuelvan los conciertos musicales, y las actuaciones, a los bares-. Pero tampoco me caso con nadie, ojo (aunque tengo claras mis preferencias políticas), incluso del anterior regidor me parecieron rescatables algunas personas y aspectos relativos a la gestión cultural y a la del Festival…

¿Con qué vino lo hemos regado?

Ribera de Duero, jamón y embutido ibérico al corte en el cocktail ofrecido a la prensa acreditada por el el presidente del Consejo Rector del Festival y alcalde de Valladolid y la Concejal de Cultura y Turismo Ana Redondo.

Espigadera: Une histoire de fou, indudablemente. Nahid sería una apuesta mucho más arriesgada y Dégradé, si no fuese una película palestina en Valladolid, podría optar a Premio del Público.

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