El quinto poder (Dentro de WikiLeaks)

Toda la historia de los medios de información y comunicación resumida en los títulos de crédito. Desde las pinturas rupestres hasta las redes sociales. Es precipitado juzgar a una película por sus segundos iniciales. Pero en éstos, Bill Condon ya deja claro que tiene mucho que contar. Demasiado. Y ése es el principal problema de este intento de desenmascarar al creador de WikiLeaks, Julian Assange, a través de todo lo que sucedió desde la Nochevieja de 2007 cuando conoció a su socio Daniel Berg (Brühl creciendo un poco más) hasta la noche en que The New York Times, Der Spiegel, The Guardian y El País publicaron la mayor filtración de información confidencial de la historia.

A pesar de los impresionantes pero frustrados esfuerzos de Cumberbatch de ofrecernos matices del personaje, Condon fija nuestra mirada en ese socio (conciencia moral) que nos plantea explícita e innecesariamente todas las preguntas que el público debería hacerse solo. Sobre todo si la intención del director era no responder a esas preguntas, es decir, mantenerse supuestamente imparcial.

Después de muchas vueltas sobre cómo llegaron hasta allí, explicaciones técnicas que nadie pidió y eslóganes revolucionarios, la película vuelve al momento cumbre: la intensa noche de la publicación de los cables de WikiLeaks. Y el momento periodístico histórico queda reducido a lo que temíamos, una secuencia casi de discoteca entre música y luces horteras.

VEREDICTO: Ojalá la hubieran hecho Fincher y Sorkin.