Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio

Spielberg logra que olvidemos al héroe del cómic y reconozcamos a un nuevo ídolo del cine, un Indiana Jones con flequillo y bombachos. Eso sí, nunca sabremos si a Hergé le gustaban las montañas rusas.
Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio

Steven Spielberg quiere ser el padrastro de Tintín. Muerto Hergé, su hijo periodista quedó huérfano durante años hasta que Spielberg se ha hecho cargo de su tutela (Peter Jackson sería un buen padrino a lo López Vázquez con Chencho). El rey Midas podría haber sido un pasota o un despreocupado papá administrativo pero ha decidido implicarse: quiere ser más padre que el padre auténtico. Quiere que Tintín se parezca a él. Esto, que en general puede ser positivo para el futuro (mercadotécnico) del chaval, también puede convertirse en un problema algunas veces: corre el riesgo de ser un pelmazo. Sobre todo para nosotros, la legión de amigos del héroe, que defenderemos a muerte sus esencias sin ser conscientes de que esto del cine es otra histori(et)a. Y así tiene que ser, aunque duela.

Al grano: si el debate es si Spielberg (y Jackson) han sido fieles al original, la respuesta es una ecuación compleja. Y muy relativa. Tintín empezó siendo una historieta para niños (de 7 a 77 años) y ha acabado siendo una excusa para estudiosos y científicos tintinólogos. Lo que nació como un cómic dirigido a los chavales lo hemos ido llenando de significado a la luz de la vida de Hergé, un personaje mucho más interesante que su héroe, cuya memoria está bajo vigilancia del CSI del cómic, sección Línea Clara.

¿Puede captarse el espíritu de Tintín en una película? Antes habría que definir bien al fantasma para reconocerlo. Se habla a veces de un cómic con mucho sabor, y es cierto. Pero es difícil captar algo tan subjetivo como esa esencia y ese encanto (añejos) de Tintín. Seguramente cada uno de los seguidores del héroe de Hergé tendrían un candidato para dirigir una adaptación, así que Spielberg y Jackson han tirado por la calle de en medio y han ido a lo que ellos saben hacer y que comparten tanto con Hergé como con el fenómeno de Tintín: la aventura. Y en eso, esta película es irreprochable. Un no parar. Como adaptación, quizá nunca nos pongamos de acuerdo entre cinéfilos (el debate, en todo caso sirve para resucitar su figura, que andaba un poco anquilosada). Como película, es entretenimiento de la mejor clase. Y una declaración de amor a Tintín.

De esa fidelidad a la aventura como fin mismo deriva el otro esfuerzo de fidelidad hacia el cómic. Un nuevo acierto: plasmar la falta de personalidad de Tintín (aunque parezca mentira es dificilísimo lograr que así no parezca un tonto, un repipi o un veleta, o las tres cosas), cuyo carácter se define únicamente por las cosas que le suceden (por más aventuras que corra no sabemos nada íntimo sobre él), por la aventura en sí misma: no olvidemos que el libro (y la película) se llama Las aventuras de Tintín y que en las historietas, que nacieron en un semanario infantil, hay un terremoto cada tres viñetas.

El mayor logro de Spielberg es una huida. Hacia adelante, como pide la inercia del entretenimiento. Convencido de la imposibilidad de hacer una película sobre Tintín, de captar esa esencia de la que todo lector se considera depositario único y exclusivo; poco a poco y tras un inicio que recoge la carga emocional y estética del original, va liberándose. Spielberg consigue que se le olvide a uno el cómic jugando con los propios elementos que han convertido en un mito a Tintín. Un truco muy inteligente, y algo perverso. Pero habría que matizar también que El secreto del Unicornio no es uno de sus álbumes más adultos todavía (tampoco es de los más anacrónicos, cierto) y esa elección tampoco es baladí: fue escrito durante la II Guerra Mundial, cuando se buscaba la evasión más absoluta, y la madurez del personaje no llegó (todo es opinable) hasta después de los álbumes sobre su viaje a la luna. La adaptación es necesariamente creativa: los tintinófagos (no confundir con los tintinófilos ni con los tintinómanos) estarán encantados cuando aparezca un nuevo álbum con este refrito talentoso de tres de los relatos de Tintín, al estilo del que se perpetró con Tintín y el Lago de los tiburones, con la diferencia de que éste es infinitamente superior. El trabajo de integración de las tres aventuras (El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo) es muy interesante, forzado por la necesidad de acompañar a Tintín del contrapunto del capitán Haddock, sin duda el mejor personaje de la función. Sólo echamos de menos a Tornasol. La apuesta por la Castafiore en lugar del profesor chiflado es sintomática: gana el espectáculo puro y duro. Aunque haya una sobredosis de desafuero.

El guión llena algunos huecos inteligentemente (el acercamiento a su profesión periodística), y evita otros (su tan traída y llevada soltería, incluso su edad: es un niño?¿es un adulto?), mientras el alcoholismo de Haddock tiene un protagonismo extraño: responde a los valores políticamente correctos de esta época, el Tintín en papel no tenía reproches hacia su amigo, aunque sí les escondía la botella y reñía al Milú piripi. Spielberg, un poco sobrado, casi como deleitándose entre la desmesura, se permite además guiños (a Hergé), a sí mismo (Tiburón o los créditos de Atrápame si puedes) e incluso desvaríos inéditos de humor zoófilo.

En la estética es donde más se demuestra la ruptura con los orígenes. Pero pese a una extraña mezcla de oscuridad y reflejos en pantalla, cada plano es como una caja de muñecas, una obra maestra de orfebrería en la que el motion capture y el 3D demuestran que empieza a no haber límites. Han puesto el cuentakilómetros a cero. Funciona mejor lo que tiene una directa correspondencia con el original: la impresionante escena del avión, la travesía en barco, la escena de la batalla de Rackham el Rojo, pero son de una sorprendente calidad las nuevas (aunque choquen a los puristas), la persecución por el pueblo, la batalla de grúas. Con todo ello, la acción es una montaña rusa, hasta que llega la cordura con una solución que parece salir de la mítica escena de Indiana Jones, cuando muestra su pistola ante la amenaza de una espada. Lo mismo, pero con un avión y un barco.

Indy está en el aire. Es la clave de esta vuelta a la figura paterna que marca la obra de Spielberg. Con Tintín ha encontrado al héroe que fue Indiana Jones antes de Indiana Jones. Ha preferido a ese padre de papel al que no conoció antes que al hijo (Shia Labeouf) putativo del héroe, y le ha salido muy bien. ¿Tintín? ¿Qué Tintín? Si Hergé se ha removido en su tumba, eso lo dejaremos para los tintinófilos y los tintinófagos. O tal vez los tintinómanos.

CARLOS MARAÑÓN

Valoración:

FICHA TÉCNICA

Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
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  • Sinopsis:

    El reportero Tintín y su amigo el capitán Haddock parten a la busca de un tesoro hundido.

  • RESUMEN: Spielberg logra que olvidemos al héroe del cómic y reconozcamos a un nuevo ídolo del cine, un Indiana Jones con flequillo y bombachos. Eso sí, nunca sabremos si a Hergé le gustaban las montañas rusas.

  • ESTRENO: 28/10/2011

  • [The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn] Animación, Aventuras / EE UU / 2011 / Dir: Steven Spielberg / Reparto: Jamie Bell, Andy Serkis, Daniel Craig, Simon Pegg, Nick Frost, Daniel Mays, Gad Elmaleh / Guión: Steven Moffat, Edgar Wright, Joe Cornish

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